Las nubes van pasando tan veloces que cualquiera pensaría que llevan prisa. Afuera, todos siguen su curso normal, pero dentro de ese pequeño apartamento, el movimiento es lento. En el quinto piso, al final del pasillo, vive un señor de edad avanzada. Se ve deteriorado, no por sus canas, ni arrugas, si no, por la amargura de su corazón. La mayor parte del tiempo se la pasa sentado mirando por la ventana mientras le da pequeños sorbos a su café amargo y mal hecho. Por la ventana puede ver a mucha gente pasar, pero esto lo entretiene. Cuando mira a una pareja caminar de la mano y darse un beso los critica. Si mira a una mujer caminar sola, la crítica. Lo mismo hace con cada persona que pasa caminando, ya sea un adulto o niño. Observa, critica y continúa dándole pequeños sorbos al café. Piensa entre sí, que son más de 18 años, que no prueba un café tan esquisto como el que le preparaba su amada Carmen. Con tristeza la recuerda, y parece que aun la puede escuchar en la cocina preparando el café cada mañana. Mientras lo preparaba, ella tarareaba la famosa canción, bésame mucho. Las lágrimas empezaron a recorrer por sus mejías, y nuevamente le dio más sorbos a su café,pero un toquido en la puerta de afuera lo hizo volver de ese pensamiento que lo transportó al pasado.
Pensó en gritar, pero estaba tan enfadado de que interrumpieron su pensamiento, que prefiero mantener el silencio, para que pensaran que no estaba ahí y lo dejaran en paz.
De afuera se pudo oír que un hombre lo saludó y le dijo,
-Señor Villegas, sé que está ahí porque lo escuche dar los sorbos al café. Solo le quiero dar su periódico. ¿Me puede abrir por favor? –
No tuvo ninguna respuesta aquel hombre amable, y después de diez minutos decidió dejarle el periódico en la puerta y marcharse. Pero antes de irse le dejó saber al señor gruñón de adentro, que ya se iba y que ahí le dejaba su periódico del día.
El señor Villegas gruñe y le da ligeros golpecitos a la mesa. Es muy astuto, pues sabe que si golpea la mesa con fuerzas corre el riesgo de fracturarse debido al estado tan débil de sus huesos. Se enfada aún más, porque ese hombre pudo escucharlo tomar su café. Se dijo así mismo, que para la próxima vez trataría de no hacer tanto ruido al darle sorbos al café. Dejó su taza sobre la mesa y caminó hacia la puerta para recoger su periódico, pero antes de abrir la puerta se aseguró de que ese hombre ya no estuviera ahí.
El hombre que le dejó el periódico se llama Manuel y es vecino del señor Villegas. Tenía poco viviendo en el edificio cuando se dio cuenta que su vecino ya no salía a caminar al parque. Preguntó a otros vecinos acerca del señor Villegas, pero todos decían lo mismo. Decían que era un veterano amargado y grosero. Decían que no saludaba y cuando miraba a un grupo de niños tendía a asustarlos. En fin, era el típico viejo que regresaba de la guerra transformado en ogro. Muchos hasta se atrevieron a decir que él mismo mató a su esposa. Había muchos rumores malintencionados acerca de él. Pero Manuel no creyó en nada de lo que le dijeron, porque él solo miraba a un anciano tierno, solitario y necesitado de amor. Gracias a su forma de pensar fue lo que lo orillo a procurar a su vecino todos los días, así jamás le abriera la puerta. El simple hecho de saber que el señor Villegas estaba vivo, lo tranquilizaba, pero no perdía la esperanza de que algún día le abriera la puerta para poder ayudarlo aún más.
Los próximos meses fueron muy similares tanto para Manuel como para el señor Villegas. Manuel iba a la puerta de su vecino, se acercaba a la puerta para poder escuchar los sorbos que le tomaba al café, se esperaba, luego le dejaba el periódico y se iba. El señor Villegas, se enfadó, pero se mantenía en silencio, y después de un rato recogía su periódico. Pero una mañana, días antes de navidad, algo cambió. Cuando Manuel se acercó a la puerta de su vecino, notó que no lograba escuchar los sorbos del café. Esto le preocupó mucho y comenzó a tocar con fuerza, pero nadie le respondió. Pensó en pedir ayuda, y rápidamente bajó por las escaleras para buscar al encargado del edificio. Al encontrarlo le comento lo que sucedía, pero él no mostró ninguna preocupación. Manuel se indignó al ver que este hombre no mostró empatía hacia el señor Villegas. El encargado le dijo que ese señor de seguro estaba bien pero como era un amargado, de seguro solo no quería ser molestado. Pero Manuel le dijo varias veces, que, en los últimos seis meses, el señor Villegas hacía ruido al tomar su café, y que él lo podía escuchar si se acercaba a la puerta. Al escuchar esto, el encargado le hizo algo perturbador que Manuel espiara de esta manera a un vecino.
Manuel no pudo creer que el encargado se negara a abrir la puerta del señor Villegas. Él estaba más que seguro que algo le había pasado a su vecino, así que decidió resolverlo él solo. Subió por las escaleras corriendo como un loco, y noto que el encargado también corría detrás de él. De seguro quería detener cualquier cosa que él intentara hacer. Pero Manuel era un hombre joven, fuerte y mucho más veloz que el encargado. Sabía que si estaba equivocado podría meterse en un grave problema, pero no le importo, prefiero arriesgar y averiguar si su vecino estaba bien. Le dio una patada a la puerta con toda su fuerza, y logró abrirla. Se metió al apartamento y comprobó que su intuición no le falló. El señor Villegas estaba tirado en el piso de la cocina. Corrió hacia él y lo levantó para checar el pulso y noto que aún estaba vivo. El encargado le gritaba que llamaría a la policía, y que él no podía hacer lo que hizo con la puerta, pero al entrar al apartamento abrió la boca al ver al anciano entre los brazos de Manuel. En seguida hablaron a una ambulancia y se lo llevaron al hospital.
El señor Villegas sufrió un ataque al corazón, debido a una sobredosis por ingerir una fuerte cantidad de tranquilizantes. Quiso cometer suicidio al sentirse desvalido y solo. Pensó que la muerte sería la solución para todos sus males. Pero no contó que Dios le había mandado un ángel para cuidarlo. Cuando supo que Manuel le había salvado la vida lloró mucho y pidió hablar con él. Le dio las gracias y le pidió perdón por portarse tan grosero, pero explicó la razón de su amargura. Manuel pudo entenderlo muy bien. Ese día se estrecharon la mano y se hicieron amigos. A partir de ese día, Manuel se convirtió en el hijo que el señor Villegas siempre quiso.
Ahora ,ambos le dan pequeños sorbos al café. Pero ahora el café ya no está amargoso. Manuel prepara un café tan delicioso para los dos. Sonríen y platican y hasta van a caminar al parque juntos.
Moraleja: Seamos amables con los demás, en especial con las personas de edad avanzada. Cuidemos de ellos. No sabemos qué vivencias tristes tuvieron. Tú puedes ser ese ángel para ellos.
Con Amor Nuvia Yesenia :)
Hermoso lo que acabas de escribir, me recordó a una vecina que tenía, la señora nunca saludó y no se prestaba para conversar, siempre la veía sentada desde una gran ventana en su comedor tomando su tacita de té o café … solita apreciando a mis hijos cuando los sacaba a jugar al patio.
Ahora ya no está, tal vez se la llevaron a un asilo porque su casita ya está en venta 😞
Que triste que en este país 🇺🇸 los hijos suelan ser tan fríos con sus padres y dejarlos en asilos o vivir solos, no son como uno que se reunía todos los días en casa de los abuelos a convivir , toda la familia reunida.
Muy cierto lo que dices: algún día podemos ser el ángel de alguien que necesite de nuestra compañía.
Muchas felicidades Nuvia porque cada vez escribes mejor !!!! 🙏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻