Solía creer que éramos marionetas de Dios, y por lo tanto que no teníamos nada que ver con nuestro destino, mucho menos tener la libertad de elegir nuestro camino. Fueron mitos, historias interesantes que nos contaron de niños.
¿Sería para asustarnos?
¿Seria para educarnos?
¡Más bien para controlarnos!
De igual manera somos muchos los que no quedamos conformes con los relatos perdidos en el tiempo que nos contaron.
Hemos cuestionado todo. Cuestionamos las cosas que no tienen respuesta.
Son precisamente estas cosas a las que tenemos que darles nuestro propio sentido.
Por ejemplo; años atrás, yo cuestionaba el camino que no elegí. ¿A qué me refiero? Me refiero a las cosas que yo no le pedí a Dios que me pasaran.
¡Yo no elegí que mis seres queridos me traicionaran y me abandonaran!
¡Yo no elegí que mi mente y cuerpo se enfermaran!
¡Yo no elegí todas las cosas desagradables que me sucedieron!
Después de tantos reclamos a la vida fue cuando le di sentido a las cosas que no lograba entender.
Empiezo a creer que es nuestro propósito el que elige el camino donde debemos andar. Aquí nos tienen que pasar ciertas cosas para poder prepararnos para llevar a cabo nuestro propósito. Comprendí que lo que nos pasa no es bueno ni malo, solo son acontecimientos necesarios para poder formar y desarrollar nuestro carácter, personalidad, creencias y fortaleza.
Creo que el propósito se nos otorga el día que decidimos venir a esta roca redonda llamada tierra. Ya que nuestra misión es cumplir con esto, debemos pasar por el camino adecuado para realizar esta tarea.
En vez de renegar creo que lo correcto sería agradecerle a Dios por todo lo que nos pasa. La vida no nos odia. Tampoco quiere que suframos. Pero hay leyes que fueron establecidas por el ser supremo que nos dio la vida que debemos de seguir. En lo absoluto, nada de lo que nos pasa es para herirnos. Tenemos que crecer y aprender como seres humanos.
Por esta razón es que yo te sugiero que cambies tu perspectiva sobre las cosas que te pasan. Recuerda que todo es para bien. Nada es casualidad. No hay accidentes, como tampoco es casualidad que ahorita tú estes leyendo esto que escribo.
Aférrate a lo que te hace feliz. Solo así encontrarás la puerta al final de tu camino. No elegimos nuestro camino, pero podemos trabajar juntos con nuestro corazón para escuchar la voz de Dios. Cuando aprendemos a escuchar la voz de Dios, nuestro camino por la vida se vuelve más placentero.
Con amor,
Nuvia Yesenia