La Pureza Del Invierno

Bajan las temperaturas y también baja nuestro estado de ánimo. Nos mantenemos hibernando como los osos. O tal vez nos perdemos entre la multitud buscando sobrevivir. Nos enfermamos y otros mueren. Buscamos algún lugar cálido para poder encontrar la tranquilidad. Podemos sentir como el frío llega a nuestro pecho y penetra la piel para llegar al corazón. Muchos podrán sentir ese frío y morirán.  Quedarán secuelas en el corazón de quien sobreviva el invierno tan frío. Podemos buscar el fuego desesperadamente sin éxito. Pero cuando dejamos de buscar aparece enfrente de nosotros. Cómo no sabemos cómo controlar el impulso de sentirnos mejor nos aventamos. Danzamos entre las llamas deseando sentirnos mejor, pero sufrimos más por las quemaduras horrorosas en nuestra piel. Si tan solo hubiéramos sido más pacientes para aprender cómo utilizar el fuego a nuestro favor nada de esto estaría sucediendo. Pudimos habernos esperado sentados a distancia del fuego para que poco a poco descongele nuestro corazón. Después del fuego nos encontramos con varias puertas cerradas. Las tocamos todas y ninguna se abre. Corremos y corremos sin cesar. De la misma manera que el fuego una puerta se abre enfrente de nosotros. Y en lugar de esperar entramos por esa puerta sin saber que nos guiará por el laberinto sin salida. Y nuestra búsqueda se vuelve en el cuento de nunca acabar. Nos perdemos tratando de encontrarnos. Nos quemamos tratando de curarnos. Y nos matamos lentamente entre la pureza del invierno. 

Acabo de describir cómo me he sentido por muchos años. Siempre comparo la frialdad del invierno con el calvario que vivo cada que se apodera de mí la tiniebla oscura de la depresión. ¿Pero les cuento algo? Hace poco la naturaleza me reveló algo hermoso que me hizo sentir mucho mejor. El nombre que le puse a esta revelación fue la pureza del invierno. Se las comparto-

La revelación

En primer lugar, todo pasa por algo. No hay situación que nos deje sin nada. Cada cosa que nos pasa nos deja una enseñanza o alguna lección. La vida es un equilibrio. Hay bondad como hay maldad. Existe la oscuridad como la luz. Nos rodea el viento como la calma. Abunda el agua como tal el fuego. De la misma manera tenemos que comprender que la vida no es únicamente una estación. Todo siempre cambia. Las cuatro estaciones que nos brinda la naturaleza son un espejo de lo que vivimos los seres habitando en esta piedra redonda nombrada Tierra.  Por lo tanto, las emociones no son malas. Ni son débiles los hombres que lloran. Cada situación nos muestra algo, pero tenemos que prestar atención. Descubrí que la depresión es el resultado de la queja y crítica interna. Los que se deprimen creen que no tienen nada por lo tanto pierden el sentido de la vida y se desconectan de sí mismos. Pero creemos que son los demás quienes se desconectan de nosotros y no es así. Es en estas situaciones que tendemos a actuar estúpidamente en la lucha de sentirnos mejor. Optamos por acciones desastrosas que solo empeoran todo. Por eso lo diré de nuevo, las emociones no son malas. Ellas están presentes para llamarnos la atención. Lo que es malo es el descontrol en nosotros mismos. Cuando no sabemos controlar nuestras emociones invaden a nosotros pensamientos imaginarios que se vuelven realidad. La cura está en encontrar la calma. La encuentras después de una tormenta. Pero la pureza del invierno me mostró que esa calma siempre está dentro de nosotros. Observé caer la nieve tras la ventana de mi habitación. Pude sentir esa calma al mirar la nieve tan blanca y pura. Puse la mano sobre mi corazón para sentirlo latir. Algo en mi cambio. Todo lo que siempre busqué ha estado aquí dentro de mí.

Sé que tú también has llorado y te has deprimido. Sé que has buscado ese algo o ese alguien que venga a curar tus heridas. ¡Deja de buscar fuera de ti! Todo lo buscas ya ha sido puesto en ti. La depresión solo es una emoción tratando de ayudarnos a regresar a casa. Esa casa es donde abunda la gratitud, compasión y amor hacia la vida y hacia ti.

Le doy gracias a ese frío invierno que invadió mi corazón. Aprendí una gran lección.  

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